"Todo empezó con una mirada, sus ojos marrones buscaban los
míos, y sus labios dibujaban una sonrisa, “la más dulce” pensé al verla, nunca
la olvidaré. Era tímida y sencilla, sus dientes se escondían tras unos labios
gruesos y agrietados, y a la vez que tocaba mi cuerpo, mi alma se estremecía.
Esa extraña sensación de creer estar volando cuando te besa. Entonces me di
cuenta de que esa era la sonrisa que quería ver al despertar cada mañana. Era
tan sólo una idea, pero era la mejor que se me había ocurrido, darle la mano
era lo mejor del día, y pensaba que al final había valido la pena todo hasta
ese momento, porque para la tormenta él era mi calma, y ¿cómo decirle que le
tengo más vértigo a su espalda que a cualquier montaña rusa? Y, ¿cómo
explicarle que le extraño más que lo que alguna vez extrañé? Yo sólo pensaba en
volver a sus labios dulces de sonrisa vertical, y parar el tiempo, vaciando
todos los relojes de arena para poder vivir una historia, para poder vivir
nuestra historia. La necesidad de tenerle cerca, el dolor de no percibir su
olor. Eso de verle y tener ganas de escaparnos donde nadie nos vea y parar el
mundo para bajarnos de él, que sólo seamos él y yo, que sólo seamos nosotros y
nuestro pequeño infinito. No es nada del otro mundo porque quizá lo sea todo de
este, y tengo claro que ha sido la casualidad más bonita que ha llegado a mi
vida, es muy difícil vivir sin él. Él era la única persona capaz de quitarme la
vida y dármela a la vez, pero al fin y al cabo, todo se acaba, porque nada es
para siempre, amor."
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