"Personas y máquinas disfrazadas de
personas.
Vosotros, lectores, pensaréis: ¿ que está diciendo este hombre? , ¿ qué pasará por su
cabeza?, ¿qué querrá decir, hablará de fiestas de
disfraces…?
Pues no queridos lectores, hablo de una
enfermedad cada vez más frecuente y
contagiosa que daña nuestra sociedad, esta es la pérdida de los valores
humanos, de la calidad humana, parecemos máquinas guiadas por las tendencias y
la actualidad.
Hoy día se da más importancia a los títulos
y pertenencias : “soy médico con un
doctorado” , “ hablo tres idiomas”, “ fui campeón de esto…de lo otro…” ,“ tengo
tres carreras y me licencié en Harvard”, “ tengo dos casas y tres coches , soy
dueño de una inmobiliaria…” y es cierto, estos títulos están muy bien pero desgraciadamente tapan lo más importante en
las personas, la calidad y los valores humanos.
En esta línea, ¿ de qué sirve ser buen
estudiante, si luego no eres capaz de
prestar algo con tu compañero o simplemente compartir tus conocimientos?, ¿ para qué tener un doctorado y ser gran
médico si luego no miras a la cara a tus pacientes y solo son nombres …?, ¿ de
qué vale ser primero si desprecias al segundo y no eres capaz de felicitarlo?,
¿ para qué tener si no quieres compartir?
Por lo que , si no dispones de grandes posesiones, no tienes estudios, serás
pobre o inculto; pero si no tienes valores ni calidad humana, no eres persona
sino una máquina.
En definitiva, sonríe , siente, da las
gracias, los buenos días, ayuda a las personas, colabora por una sociedad mejor…"
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"Las alas son para volar", Jorge Bucay.
Cuando se hizo grande, su padre le dijo:
- Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, me parece que sería penoso que te limitaras a caminar, teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.
- Pero yo no sé volar - contestó el hijo.
- Es verdad... - dijo el padre y caminando lo llevó hasta el borde del abismo en la montaña.
- Ves, hijo, este es el vacío. Cuando quieras volar vas a pararte aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y extendiendo las alas, volarás.
El hijo dudó:
- ¿Y si me caigo?
- Aunque te caigas no morirás, sólo algunos rasguños que te harán más fuerte para el siguiente intento - contestó el padre.
El hijo volvió al pueblo para ver a sus amigos, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida. Los más pequeños de mente le dijeron:
- ¿Estás loco? ¿Para qué? Tu viejo está medio zafado... ¿Qué vas a buscar volando? ¿Por qué no te dejas de tonterías? ¿Quién necesita volar?
Los más amigos le aconsejaron:
- ¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven escuchó el consejo de quienes lo querían. Subió a la copa de un árbol y, con coraje, saltó... Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero igual se precipitó a tierra...
Con un gran chichón en la frente, se cruzó con su padre:
- ¡Me mentiste! No puedo volar. Probé y ¡mira el golpe que me di! No soy como tú. Mis alas sólo son de adorno.
- Hijo mío - dijo el padre - Para volar, hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como para tirarse en un paracaídas, necesitas cierta altura antes de saltar.
Para volar hay que empezar corriendo riesgos.
Si no quieres, quizás lo mejor sea resignarse y seguir caminando para siempre.
- Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, me parece que sería penoso que te limitaras a caminar, teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.
- Pero yo no sé volar - contestó el hijo.
- Es verdad... - dijo el padre y caminando lo llevó hasta el borde del abismo en la montaña.
- Ves, hijo, este es el vacío. Cuando quieras volar vas a pararte aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y extendiendo las alas, volarás.
El hijo dudó:
- ¿Y si me caigo?
- Aunque te caigas no morirás, sólo algunos rasguños que te harán más fuerte para el siguiente intento - contestó el padre.
El hijo volvió al pueblo para ver a sus amigos, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida. Los más pequeños de mente le dijeron:
- ¿Estás loco? ¿Para qué? Tu viejo está medio zafado... ¿Qué vas a buscar volando? ¿Por qué no te dejas de tonterías? ¿Quién necesita volar?
Los más amigos le aconsejaron:
- ¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven escuchó el consejo de quienes lo querían. Subió a la copa de un árbol y, con coraje, saltó... Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero igual se precipitó a tierra...
Con un gran chichón en la frente, se cruzó con su padre:
- ¡Me mentiste! No puedo volar. Probé y ¡mira el golpe que me di! No soy como tú. Mis alas sólo son de adorno.
- Hijo mío - dijo el padre - Para volar, hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como para tirarse en un paracaídas, necesitas cierta altura antes de saltar.
Para volar hay que empezar corriendo riesgos.
Si no quieres, quizás lo mejor sea resignarse y seguir caminando para siempre.
"Recomiendo este relato porque me hace reflexionar sobre los riesgos
que hay que asumir en la vida, ya que, es muy buen ejemplo para reflexionar
sobre temas complicados. Por eso hay que arriesgarse siempre
porque uno no nace sabiendo, puesto que, hay que afrontar las nuevas
experiencias, porque si no se asumen los riesgos que aparecen
durante el transcurso de la vida, no sabrás nunca hasta dónde puedes
llegar".
Ser tímido no es horrible, ni
"Pecaminoso", es una forma de ser, quizás, motivado por miedo al
ridículo o a tener inseguridades. Para vencerlas, debemos intentar
relacionarnos, acercarnos a quienes nos gustan y nos den confianza, mirarles a
los ojos, escucharles y sonreírles, ser uno mismo... No hace falta aparentar lo
que uno no es, ni inventarnos historias para impresionar a los demás...
REFLEXIÓN: Por la timidez se suele evitar cualquier situación, en la que uno
piensa que puede ser rechazado o sentirse ridículo..., acabando aislado y
sufriendo... Por lo tanto, para vencerlo debemos repetirnos que "HOY
ES UN GRAN DÍA", "PUEDO HACERLO", "YA TENGO EL NO,
ASÍ QUE VAMOS A POR EL SÍ"...
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