En una época no muy
lejana, vivió un violinista llamado Paganini. Muchos creían que era un artista
sobrenatural y que tenía un don especial para el violín. Una noche, tras recibir una ovación delirante, empezó a
tocar. Lo que siguió fue indescriptible porque todas las notas que nacían del
movimiento de sus dedos dibujaban una melodía perfecta y preciosa en el aire.
De repente, un sonido extraño acabó con el encantamiento: se había roto una
cuerda del violín. El director y la orquesta se detuvieron y el público dejó de
respirar. El intérprete siguió tocando como si nada hubiera ocurrido y todo
recuperó la normalidad. Pero otro ruido hizo enmudecer a la sala. A Paganini se
le había partido otra cuerda sin embargo, continuó con la pieza, sacando
deliciosos sonidos del instrumento. En medio del concierto, una tercera cuerda
saltó por los aires. El director se quedó pálido y Paganini, como un
contorsionista musical, arrancó todos los sonidos posibles de la única cuerda
que le quedaba. Espectadores y músicos se pusieron en pie y empezaron a gritar,
aplaudir e, incluso, a llorar de emoción.
Aquella noche, Paganini
alcanzó la gloria y el mayor de los triunfos, porque a lo largo de su vida
había aprendido que la victoria es el arte de continuar donde todos resuelven
parar.
"Este pequeño cuento quiere decirnos que aunque fracasemos en
nuestra lucha por conseguir algo en la vida volvamos a intentarlo, que seguro
que al final terminaremos consiguiendo los que nos proponemos. Siempre hay que
pensar en positivo porque si piensas en negativo, en que no lo vas a poder
conseguir, vas a terminar bajando tu autoestima y terminarás fracasando.
Como dijo el gran CHARLES CHAPLIN:
La vida es una obra de teatro
Que no permite ensayos
Por eso canta, ríe, baila, llora
Y vive intensamente la vida….
….antes que el telón baje
Y la obra termine sin aplausos.”
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