jueves, 9 de abril de 2015

Andrea

Andrea, de 2ºA:

A veces nos gusta mirar al pasado, recordar momentos claves en nuestra vida, cosas que para nosotros hayan sido importantes, cosas que no se borran ni se olvidan así porque sí. A veces es un acto involuntario, no lo planeamos, sin embargo, al escuchar una canción, ver una película, pasar por algún sitio, nos vienen a la cabeza recuerdos y nos invaden de sonrisas, o de lágrimas. Y realmente te das cuenta de lo mal que hiciste algunas cosas, ese tiempo perdido con ciertas personas por culpa de las falsas apariencias, esos consejos que no supiste dar o que diste sin tener la menor idea, esos besos de más, y esos besos de menos que tanto te preocupaban, y al final, todo forma parte de ese pasado por el que todos daríamos la vida por volver a vivir, algunos para cambiar cosas, y otros simplemente por revivir los buenos momentos. Pero lo complicado de todo esto viene cuando te das cuenta de las cosas solo pasan UNA vez, no dos, ni tres, ni mucho menos cuatro, solo una, y de nosotros y de nuestros actos dependen las consecuencias, y es entonces cuando empiezas a arrepentirte de lo que hiciste, o de lo que no hiciste cuando aún estabas a tiempo.

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Yo, si pudiera, daría la vuelta al mundo para abrazarte por detrás y sorprenderte, amor mío, nunca, y acuérdate siempre, nunca dejaré de quererte. A pesar de todo. A pesar de nada. Rebobinaría una y otra vez en el tiempo, como en una película de Robert Zemeckis, para ver esa sonrisa que hacías que sacara, cada una distinta a la otra, nada que ver el uno con el otro. Éramos como piezas de puzzle, diferentes, muy diferentes, pero encajábamos a la perfección. Cada uno en una punta del país, ni yo quería perderte ni tu debías tenerme. Eras mi momento favorito del día, eras la mano que aún sin verla sentía. Los días avanzan lentos, muy lentos sin el calor de tus palabras. Y reconozco que una parte de mí murió ese día, tú te la llevaste contigo, me dejaste incompleta a la vista de todos, me dejaste sola como el Sol, y es que tú me cegabas como tal. ¿Cómo fue qué te llegué a querer tanto? Pinto en mi pared corazones rotos. ¡Mírame! tan solo mírame una vez, mírame y dime que ya no la ves, dime que ya no ves a esa niña que reía al oírte reír, dime que ya no soy la misma. Me gustaría saber si a la niña de ayer le gusta la niña de hoy. Has dejado mi corazón deleitado con tu sonrisa, lo has partido en mil pedazos, joder, ¡ven a unirlo! ¡ven a unirlo! te lo suplico.

Y entonces me paré a observar como el Sol escondía la cabeza en la mar.
Dibujé en el horizonte gaviotas imaginarias.
Volaban. Formaban círculos invisibles
El azul del inmenso piélago cautivó mi corazón.

Y el viento me susurró que no. Que no me fuera.

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