jueves, 9 de abril de 2015

Claudia Betancor

Claudia Betancor, de 1ºB:

El vaso de agua:

En una sesión grupal, la psicóloga en un momento dado levantó un vaso de agua.
Cuando todos esperaban oír la pregunta: "¿Está el vaso medio lleno o medio vacío?”, ella en lugar de esto preguntó:
- ¿Cuánto pesa este vaso?
Las respuestas de los componentes del grupo variaron entre 200 y 250 gramos.
Pero la psicóloga respondió:
El peso absoluto no es importante, sino el percibido, porque dependerá de cuánto tiempo sostengo el vaso: Si lo sostengo durante 1 minuto, no es problema. Si lo sostengo 1 hora, me dolerá el brazo. Si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará.
El vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado y más difícil de soportar se vuelve. 
Después continuó diciendo:
Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas en ellas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado e incapaz de hacer nada.
¡Acuérdate de soltar el vaso!
Reflexión: A veces las preocupaciones se quedan en nuestros pensamientos y no nos dejan centrarnos en las soluciones, en lo que sí podemos hacer. Preocuparnos en exceso y anclarnos en pensar en los problemas nos agota, absorbe nuestras energías y nos quita fuerzas para actuar, y para movilizarnos hacia soluciones. Está muy bien ser consciente de los problemas y tener presente las dificultades y los riesgos, pero llenar nuestra cabeza de preocupaciones durante mucho tiempo nos agota emocionalmente.

El Televisor:

En una clase de literatura en el colegio, la profesora pidió a sus alumnos que hicieran una redacción sobre en qué les gustaría convertirse.
Algunos niños querían ser tigres, robots, súper héroes, bomberos... Pero le sorprendió y le conmovió profundamente la redacción en la que uno de sus alumnos le comentaba que quería ser un televisor, decía así:
"Si pudiera hacer magia y transformarme en otra cosa me gustaría ser un televisor. Quisiera ocupar su lugar. Quisiera vivir lo que vive la tele de mi casa. Es decir, tener un cuarto especial para mí y reunir a todos los miembros de la familia a mí alrededor.
Ser tomado en serio cuando hablo. Convertirme en el centro de atención y ser aquel al que todos quieren escuchar sin interrumpirlo ni cuestionarlo. Quisiera sentir el cuidado especial que recibe la tele cuando algo no funciona.
Tener la compañía de mi papá cuando llega a casa, aunque este cansado del trabajo.
Que mi mamá me busque cuando esté sola y aburrida, en lugar de ignorarme, y que mis hermanos se peleen por estar conmigo.
Me gustaría poder divertirlos a todos, aunque a veces no les diga nada. Quisiera vivir la sensación de que lo dejen todo por pasar unos momentos a mi lado. Me gustaría vivir lo que vive mi televisión".

Reflexión: Este cuento nos invita a reflexionar sobre la calidad de nuestro tiempo, sobre qué cosas merecen nuestra atención.
A veces nos escapamos de la rutina diaria a través de cosas “vacías” como ver la televisión, dejamos a veces que éstas cosas que no nos enriquecen interiormente absorban nuestro tiempo más de lo necesario. Nos evadimos en lugar de vivir.
A veces nos entramos en cosas que no nos aportan nada, ni nos enriquecen (o que incluso nos perjudican) descuidando cosas que sí son importantes: intentemos priorizar nuestro tiempo y dedicarle nuestra atención a cosas que lo merecen en su justa medida. Cultivar momentos de calidad y  con la gente a la que quieres aumenta nuestro desarrollo personal y emocional, nuestra calidad de vida y la de nuestro entorno.
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 Las piedras:
Cierto día un motivador estaba dando una conferencia sobre gestión de tiempo a un grupo de profesionales. Para dejar en claro un punto utilizó un ejemplo que los profesionales jamás olvidaran.
De pie frente a un auditorio compuesto por gente muy exitosa dijo:
Quisiera hacerles una pequeña demostración...
De debajo de la mesa sacó un jarro de vidrio de boca ancha y lo puso sobre la mesa frente a él. Luego sacó una docena de piedras del tamaño de un puño y empezó a colocarlas una por una en el jarro.
Cuando el jarro estaba lleno hasta el tope y no podía colocar más piedras preguntó al auditorio: ¿Está lleno este jarro? Todos los asistentes dijeron ¡Sí!
Entonces dijo: ¿Están seguros? Y sacó de debajo de la mesa un cubo con piedras pequeñas de construcción. Echó un poco de las piedras en el jarro y lo movió haciendo que las piedras pequeñas se acomoden en el espacio vacío entre las grandes.
Cuando hubo hecho esto preguntó una vez más: ¿Está lleno este jarro?
Esta vez el auditorio ya suponía lo que vendría y uno de los asistentes dijo en voz alta: “Probablemente no”.
Muy bien contestó el expositor. Sacó de debajo de la mesa un cubo lleno de arena y empezó a echarlo en el jarro. La arena se acomodó en el espacio entre las piedras grandes y las pequeñas.
Una vez más pregunto al grupo: ¿Está lleno este jarro?
Esta vez varias personas respondieron a coro: ¡No!
Una vez más el expositor dijo: ¡Muy bien! luego sacó una jarra llena de agua y echó agua al jarro con piedras hasta que estuvo lleno hasta el borde mismo. Cuando terminó, miro al auditorio y preguntó: ¿Cual creen que es la enseñanza de esta pequeña demostración?
Uno de los espectadores levantó la mano y dijo: La enseñanza es que no importa como de lleno esté tu horario, si de verdad lo intentas, siempre podrás incluir más cosas.
¡No! replicó el expositor, esa no es la enseñanza.
La enseñanza es que si no pones las piedras grandes primero, no podrás ponerlas en ningún otro momento.

Reflexión:
Me encanta éste cuento. ¿Cuáles serían son las piedras grandes en nuestra vida?: ¿la rutina, lo que opinen los demás, el trabajo que no nos gusta, preocupaciones cotidianas...?  O son ¿La familia, los amigos, nuestros valores morales, la salud, las personas que queremos, las cosas que nos hacen felices?.. Las piedras más grandes han de referirse a nuestras bases, a lo más importante para nosotros y están relacionadas con nuestros valores, con nuestros afectos y nos enriquecen como personas.
A veces es difícil en la rutina diaria tomar las perspectiva necesaria para asignar bien las prioridades, a veces priorizamos las cosas más pequeñas frente a las que tienen más valor para nosotros. Si llenamos nuestro tiempo y  nuestra cabeza de cosas "pequeñas" luego no caben las realmente importantes para nosotros. No es una cuestión de "no tener tiempo". Es cuestión de saber organizarse teniendo siempre como base las piedras grandes y valorar nuestras prioridades.


El manzano:
Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo apreciaba mucho y todos los días jugaba a su alrededor. Trepaba por el árbol, y le daba sombra. El niño amaba al árbol y el árbol amaba al niño.
Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol.
Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste:
"¿Vienes a jugar conmigo?".
Pero el muchacho contestó:
"Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos".
"Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero... pero puedes tomar todas mis manzanas y venderlas. Así obtendrás el dinero para tus juguetes".
El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz.
Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.
Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó:
"¿Vienes a jugar conmigo?".
"No tengo tiempo para jugar. Debo trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?".
"Lo siento, no tengo una casa, pero... puedes cortar mis ramas y construir tu casa".
El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario.
Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado.
"Vienes a jugar conmigo?", le preguntó el árbol.
El hombre contestó: "Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?".
El árbol contestó: "Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz".
El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue a navegar por un largo tiempo. Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo:
"Lo siento mucho, pero ya no tenga nada que darte, ni siquiera manzanas".
El hombre replicó: "No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar... ahora ya estoy viejo. Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años...".
Entonces el árbol, con lágrimas en sus ojos, le dijo: "Realmente no puedo darte nada... lo único que me queda son mis raíces muertas, pero las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven, siéntate conmigo y descansa".
El hombre se sentó junto al árbol y éste, feliz y contento, sonrió con lágrimas.

Reflexión:
Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros. El árbol son nuestros padres y amigos. Cuando somos niños, los amamos y jugamos con ellos... Cuando crecemos los dejamos... Sólo regresamos a ellos cuando los necesitamos o estamos en problemas... No importa lo que sea, ellos siempre están allí para darnos todo lo que puedan y hacernos felices. Parece que el hombre es cruel contra el árbol... pero es así como nosotros tratamos a veces a nuestros padres y amigos.



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