martes, 3 de febrero de 2015

Ana

Ana Menéndez, de 2ºA, también tiene mucho que contarnos:

Siempre se llega a un límite, un momento en la vida en el que nos cansamos, nos hartamos de esperar a que las personas cambien o, por el contrario, de que vuelvan a ser las mismas. Solemos dar todo por nada esperando a que algún día todo el bien que hemos hecho sea devuelto, pero no es así, lo hacemos para sentirnos a gusto con nosotros mismos, y algunas veces las personas nos aprecian por el esfuerzo. Pero no es lo común. Solemos sobrestimar a las personas y las tratamos tal cual nos gustaría que nos lo hicieran a nosotros, aunque no nos damos cuenta cuando el sentimiento no es mutuo, cuando al otro no le importamos y aún así seguimos esperando. Este tiempo puede durar meses e incluso años, hasta que nos hartemos de esperar.
Por otro lado, hay personas que se enamoran del equivocado, pero claro, para el amor no hay razón. Lo ideal sería tener el corazón en el cráneo y el cerebro en el pecho. Así, pensaríamos con amor y amaríamos con inteligencia. Puede llegarnos a gustar la persona más mala que hayamos conocido, o de una persona a la que les parezcamos invisibles pero, aunque queramos, nos costaría olvidar. Aunque otra vez llega el límite, esta vez nos hartamos de un amor que nunca existió, pero que para nosotros fue real, que nos llegamos a creer que el otro nos amaba cuando ni se interesó o únicamente intentaba tomarnos el pelo. 

Siempre hay momentos en los que tenemos ganas de echarlo todo a perder de tanto que nos hemos cansado, pero si lo hiciéramos puede que nunca volvamos a la marcha, que seamos capaces de tirar la toalla pero no de volverla a coger, que nos vayamos junto al crepúsculo pero que no volvamos al día siguiente. Podemos rendirnos todo lo que queramos y empapar un millón de clinex, mientras sepamos cómo luchar, tener la capacidad de echar peso y seguir, de ser consciente de que hay gente que nos quiere, y aunque sean pocos, su amor es lo suficientemente fuerte como para poder contra todas las veces que tocamos el límite.

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Así es la vida
La infancia,
qué buenos tiempos eran aquellos,
reír y jugar pero nada más.
Podías tener mil amigos buenos
pero ahora son mil falsos.
Podías confiar en todos,
y si querías pasabas un gran rato,
sin embargo ya no.

De repente lo pasas mal,
pero al día siguiente todo sigue igual,
te deja una huella que nunca se va.
Y aunque sufra,
no cambio mi vida por nada,
porque es lo más valioso, vida querida.

Habrá tiempos que vivir,
muchas caídas y recaídas.
Pero la vida es solo una,
y yo al menos no la dejaré ir.

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A veces es mejor ser un perro, querer y ser amado, poder sentir que das tu vida por una persona. Ver cómo un niño crece y cambia, únicamente saber cuánto aprecias a tu alrededor y nada más. Se dice que los perros son tontos, pero a veces es mejor vivir de la ignorancia. ¡Por qué no podré ser un perro! ¡Por qué tendré que tener una mente tan compleja!
Aunque también hay perros callejeros que se buscan la vida y viven de vagabundear, que tampoco no es nada malo, solamente tener una ley: vive y se feliz. No saber los problemas que existen, no necesitar dinero para mantener un hogar y comer de restos sin preocuparse por el sabor o el aspecto físico del alimento.
Los perros que peor lo pasan son los abandonados, aquellos que han sido acogidos y arrojados a la calle, aunque la simpleza de su capacidad mental no les recordará la traición sufrida, únicamente que han sido queridos, y eso, eso les vale para toda una vida. El cambio que más les afecta es cambiar de costumbre, pero todos nos adaptamos y la verdad, ya quisiera ser un perro.
Pero el mundo es así de cruel y tuvimos que nacer para pensar y razonar, para plantearnos ¿por qué? Y no quedarnos con un “porque sí”.

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La sintaxis es un mundo basado en la compresión. Es una parte de la gramática en la que no vale solo aprender la teoría sino entenderla. A mí me parece que es sencilla cuando tienes claro la base y los diferentes conceptos. Hay algunas funciones que son más difíciles de diferenciar que otras, y algunas frases en las que, incluso los profesionales, son capaces de confundirse.
A mí la sintaxis me da curiosidad, porque hay un montón de oraciones que solemos emplear y ni siquiera sabemos por qué lo decimos así. Además me llama la atención cómo siempre aparecen nuevas reglas y nuevas posibilidades de llegar a confundirme y, como tengo orgullo, intento tenerlo todo en cuenta para no fallar, y si fallo, lo vuelvo a intentar para que no se repita mi error. Por eso yo creo que es como los crucigramas. Tienes que pensar y buscar la palabra correcta pero para hacerlo bien debes saber el significado de ellas. Sin embargo, la función de ésta  es entretener y la de la sintaxis comprender el origen y desmenuzar las oraciones. Aunque personalmente no le encuentro sentido el tener que aprenderlo, con saber diferenciar las categorías gramaticales me parece suficiente. Para el único trabajo que sirve es para volverlo a enseñar, siendo profesor, pues yo al menos no voy a ir por la calle pensando en los sintagmas y complementos que hay en una conversación que estoy manteniendo.
Habrá mucha gente que pensará como yo, y otros dirán simplemente que es aburrida. Y es verdad que puede llegar a ser aburrida, pero en esa decisión influye si te gusta la lengua, si la comprendes y si pones empeño en ello. Y habrán varios que se habrán rendido y dirán: esto no es lo mío. Es probable que algunos tengan razón y no la entienden ni la entenderán, pero seguro que alguien se confunde y podía haber dado más si se hubiera llegado a interesar por ella.

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No siempre podemos ser independientes y hacerlo todo solos, a veces necesitamos a alguien que nos apoye, comprenda y ayude. Porque las personas hemos nacido para vivir en sociedad, y no podemos aislarnos sin encontrar la verdadera felicidad, ya que la soledad no siempre es buena. Necesitamos momentos sin que nadie nos interrumpa pero, al depender también de los demás, nunca nos sentiremos solos, y esa sensación vence a cualquier otra. Los peores momentos no se pueden resistir sin compañía, debemos tener a gente que consiga sacarnos una sonrisa y saber avanzar. Además, los otros nos suelen transmitir valores y hacernos humanos, y tanto como la comprensión, el cariño y la compasión son de ellos. En común, no podríamos vivir sin compañía, pues ellos lo son todo para nosotros y nosotros todo para ellos. Sentirse querido es lo mejor que uno puede tener en la vida, y solo por ese motivo deberíamos estar siempre alegre, para todo aquel que te aprecia.

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