Reflexión
Esta
frase se refiere que muchas personas cuando tienen un problema se lo toman a
mal. Es decir, que cuando les pasa
algo no intentan solucionarlo de la mejor forma posible,si no que se preocupan y le dan muchas vueltas
al problema; por ejemplo, cuando te
enfadas con un amigo no hay que
estar pensando que porque se enfadaron, que no habían hecho nada...Lo mejor es hablar con tu amigo y
solucionar el problema.
Yo pienso que ante una adversidad lo
mejor es solucionarlo lo antes posible y no darle vueltas.
Carlos era un niño rico que tenía todos los juguetes que se puedan
imaginar. Su familia tenía mucho dinero y siempre que algo le gustaba se lo
compraban, así que realmente
no tenía ni idea de lo que costaba conseguir las cosas, ni se
preocupaba por cuidarlas lo más mínimo, y ni siquiera imaginaba lo difícil que
resultaba para otros niños conseguir esos juguetes. Pero llegó un momento en
que estaba tan acostumbrado a todo tipo de juguetes y cachivaches, que quería
algo diferente. Y uno de sus
tíos encontró en un precioso caballo, ese regalo diferente.
Carlos se ilusionó muchísimo con su caballo. Aprendió a cabalgar y jugaba y lo llevaba de un lado a otro constantemente. Pero como trataba al caballo igual de mal que a todos sus demás juguetes, pronto el caballo empezó a tener un aspecto descuidado y enfermizo, y por primera vez en su vida, el niño se preocupó de verdad, porque quería mucho a aquel caballo, y no le valía para nada que le ofrecieran cambiárselo por otro.
Un día, mientras caminaba por el campo, vio pasar una niña con un caballo. La niña tenía un aspecto muy humilde, pero el caballo parecía alegre y su imagen era estupenda. Preguntándose cómo lo habría conseguido, empezó a seguirlos disimuladamente, fijándose en todo lo que hacían y decían. Primero les siguió por el bosque, donde comprobó que aquella niña nunca usaba la fusta ni golpeaba al caballo, al contrario de lo que él mismo hizo desde el primer día. Luego llegaron al establo y nada más llegar, la niña dio de comer y beber al caballo, y se puso a cepillarlo con esmero. Carlos estaba sorprendido, porque él nunca había hecho nada de aquello con su caballo. Y así fue viendo que aquella niña dedicaba muchísimo tiempo y cariño a cuidar de su caballo, y que lo hacía todo ella misma, algo que nunca se le había ocurrido hacer a él mismo, que sólo se preocupaba de estar con el suyo cuando salían a jugar.
Carlos quería cambiar y hacer como ella, pero como nadie le había enseñado a comportarse así, decidió acercarse a la niña y pedirle que le enseñara a cuidar de su caballo. Tras la primera sorpresa, ella aceptó encantada, y a su lado aprendió que poniendo esmero y cuidado en las cosas, estas se podían llegar a disfrutar mucho más, y que se podía ser mucho más feliz con unas pocas cosas muy especiales y queridas, que con miles de juguetes que sólo servían para jugar un rato y abandonarlos.
Pero no todo fue fácil. Carlos también comprobó que todos aquellos cuidados eran difíciles y hacía falta dedicar tiempo y esforzarse mucho para hacerlos bien. Y alguna vez incluso pensó en volver a su antigua forma de tratar al caballo, pero cuando finalmente recuperó toda su fuerza y esplendor, aquel primer paseo a caballo junto a su amiga le hizo tan feliz que incluso el doble de esfuerzo hubiera valido la pena.
Y a raíz de aquello, fue el propio Carlos quien dejó de pedir juguetes nuevos un día tras otro. Agradecido, regaló muchísimos juguetes a su amiga y los demás niños del pueblo, y se quedó sólo con aquellos que le gustaban de verdad. Y al igual que había aprendido a hacer con su caballo, se dedicó a repararlos y cuidarlos, para poder disfrutar de verdad cuando jugara con ellos.
Carlos se ilusionó muchísimo con su caballo. Aprendió a cabalgar y jugaba y lo llevaba de un lado a otro constantemente. Pero como trataba al caballo igual de mal que a todos sus demás juguetes, pronto el caballo empezó a tener un aspecto descuidado y enfermizo, y por primera vez en su vida, el niño se preocupó de verdad, porque quería mucho a aquel caballo, y no le valía para nada que le ofrecieran cambiárselo por otro.
Un día, mientras caminaba por el campo, vio pasar una niña con un caballo. La niña tenía un aspecto muy humilde, pero el caballo parecía alegre y su imagen era estupenda. Preguntándose cómo lo habría conseguido, empezó a seguirlos disimuladamente, fijándose en todo lo que hacían y decían. Primero les siguió por el bosque, donde comprobó que aquella niña nunca usaba la fusta ni golpeaba al caballo, al contrario de lo que él mismo hizo desde el primer día. Luego llegaron al establo y nada más llegar, la niña dio de comer y beber al caballo, y se puso a cepillarlo con esmero. Carlos estaba sorprendido, porque él nunca había hecho nada de aquello con su caballo. Y así fue viendo que aquella niña dedicaba muchísimo tiempo y cariño a cuidar de su caballo, y que lo hacía todo ella misma, algo que nunca se le había ocurrido hacer a él mismo, que sólo se preocupaba de estar con el suyo cuando salían a jugar.
Carlos quería cambiar y hacer como ella, pero como nadie le había enseñado a comportarse así, decidió acercarse a la niña y pedirle que le enseñara a cuidar de su caballo. Tras la primera sorpresa, ella aceptó encantada, y a su lado aprendió que poniendo esmero y cuidado en las cosas, estas se podían llegar a disfrutar mucho más, y que se podía ser mucho más feliz con unas pocas cosas muy especiales y queridas, que con miles de juguetes que sólo servían para jugar un rato y abandonarlos.
Pero no todo fue fácil. Carlos también comprobó que todos aquellos cuidados eran difíciles y hacía falta dedicar tiempo y esforzarse mucho para hacerlos bien. Y alguna vez incluso pensó en volver a su antigua forma de tratar al caballo, pero cuando finalmente recuperó toda su fuerza y esplendor, aquel primer paseo a caballo junto a su amiga le hizo tan feliz que incluso el doble de esfuerzo hubiera valido la pena.
Y a raíz de aquello, fue el propio Carlos quien dejó de pedir juguetes nuevos un día tras otro. Agradecido, regaló muchísimos juguetes a su amiga y los demás niños del pueblo, y se quedó sólo con aquellos que le gustaban de verdad. Y al igual que había aprendido a hacer con su caballo, se dedicó a repararlos y cuidarlos, para poder disfrutar de verdad cuando jugara con ellos.
REFLEXIÓN
Este
cuento nos demuestra cómo una persona que conocemos puede hacer que aprendamos a cuidar nuestras cosas,
pertenencias, mascotas...Y que en vez de tenerlas poco tiempo y tirarlas en
seguida porque se rompen o se ensucian, debemos arreglarlas, limpiarlas y
cuidarlas para disfrutar de ellas más tiempo.
Con
respecto a las mascotas, teniendo en cuenta que son seres vivos hay que
cuidarlas con más esmero, jugando con ellas, limpiándolas, alimentándolas
bien...y, sobre todo, dándoles mucho cariño.
Dos amigos viajaban por el
desierto y en un determinado punto del viaje discutieron. Uno de ellos,
ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:
"Hoy, mi mejor amigo me
pegó una bofetada en el rostro".
Siguieron adelante y
llegaron a un oasis donde decidieron bañarse. El que había sido abofeteado y
lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse, tomo
un estilete y escribió en una piedra:
"Hoy. mi mejor amigo me
salvó la vida".
Intrigado, el amigo
pregunto: ¿Por que después de que te lastime, escribiste en la arena y ahora
escribes en una piedra? Sonriendo, el otro amigo respondió: "Cuando un
gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena, donde el viento del
olvido y el perdón se encargaran de borrarlo y apagarlo; por otro lado cuando
nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del
corazón, donde el viento no podrá borrarlo".
Reflexión
En esta
historia se demuestra que en la verdadera amistad, no importa lo que haya
sucedido; las discusiones, los enfados, las diferencias de opiniones pueden
suceder durante la amistad, pero todo esto se debe olvidar y dejar atrás,
mientras que los mejores momentos son los que se deben guardar para siempre.
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